Las formas de la escritura. Las maneras de acercarse a ella. Los tiempos y los lugares. El instrumento utilizado y la superficie de aterrizaje. Todo puede ser distinto.
Puede estar en relación directa con el tipo de vida. Con la clase de trabajo y con el tiempo de asueto. Pero, sobre todo, tiene que ver con uno mismo. Con tu forma de ser. Con tu Weltanschauung particular. Orden o desorden. Vivir a tiempos acordados o vivir a saltos de mata.
Vivir a impulsos. Vivir saboreando los diferentes momentos. Vivir oliendo el aire que pasa delante de tus narices en esos instantes. Atraparlo o dejarlo correr.
O retener lo que puedas para, más tarde, en cualquier otro tiempo, usarlo como pretexto para plasmar lo que buenamente puedas. Y hacerlo formar parte del bagaje de sensaciones que vas acumulando. Una biblioteca de sensaciones a tu medida. Formarán parte de la vida interna. De la que de perfil observa la externa, tan confusa, tan obscena a veces, que no depende de ti y de la que puedes ser un mero observador. La vida de dentro, la que te procura una respiración vital, la que te anima, te provoca, te aminora o te engrandece, te eleva el espíritu o te hace descender, en la que cabe una amplia gama de sentimientos.
Por ello se puede escribir a arranques. Con lápiz o teclado. Los papeles caminan por una mesa, como si fueran una familia de muñequitos de diferentes tamaños que se cambian de sitio, que aparecen por cualquier rincón o se han lanzado al abismo contra el mismo suelo o, perdón, ha sido el aire que ventila la habitación. Pero, sin duda, los papeles están locos porque son apuntes dispares tomados en cualquier momento y en cualquier lugar. Papelitos que aparecen en los bolsillos. Como cerillas deseosas de convertirse en el bello/peligroso incendio de una página, de un texto. Pretenden realizarse al menos. Aunque , producido el desahogo del que lo escribe, provoquen sonrisas, lágrimas o penas. Y qué importa. Se han convertido, de simples apuntes a veces prometedores, en un cuerpecito compuesto y presentable en pequeña sociedad.
Pero sin despreciar la necesaria disciplina. Quizás ajustarla cuanto sea posible. Para que no coarte la libertad de hacer, de vivir, de amar lo que se ama. Y conjugar la vida y las circunstancias. Tienes que continuar la tarea de reunir los pedazos dispersos e intentar componer algún otro puzzle. Algún otro texto. Escribir a rachas. La misma vida.